Los retos territoriales del poniente almeriense
Existe un lugar en Andalucía denominado “El Poniente de Almería”, en clara alusión a su ubicación geográfica en las costas occidentales de esta provincia andaluza. Se trata de una inmensa llanura aluvial, muy tendida y suave, que se ha formado entre las montañas de las sierras costeras y el Mediterráneo y que, mirando hacia el Sur, recoge todas las horas de sol que uno pudiese imaginar…
En esta tierra, durante las últimas décadas se ha venido dando una especie de milagro económico como consecuencia de la implantación generalizada de la agricultura intensiva mediante invernaderos, hasta el punto de que en algo menos de 1.000 km2 se producen hortalizas para media Europa. Por tanto, aquellos eriales salpicados por pequeños pueblos de vocación pesquera unos y agrícolas otros ya se han transformado en una inmensa cobertura de plástico que llega desde las montañas hasta el mar, solo interrumpida por docena y media de poblaciones en las que viven por y para la agricultura algo más de 250.000 habitantes.
Y lo que pareciera a primera vista un mundo agrícola, poco especializado y precario, es en realidad un espacio altamente evolucionado como consecuencia de un complejo sistema de aprovechamiento de cada gota de agua, y que requiere de una sofisticada tecnología al servicio de cada invernadero. Como lo demuestra el hecho de que un porcentaje altísimo de los operarios son ingenieros agrícolas, químicos o economistas. O que requieren de todo un sistema de actividades complementarias a esta “agricultura industrial” (suministros, riegos, plásticos, estructuras, fertilizantes, plantas envasadoras y comercializadoras…).
Y como cabría esperar de un desarrollo tan acelerado e intensivo, este sorprendente territorio lleva tiempo trabajando en la resolución de sus principales conflictos:
- Para la gestión de los residuos agrícolas: ya que si bien se ha avanzado bastante en la recogida y tratamiento de los plásticos –seguramente por tratarse de una actividad algo lucrativa- sin embargo ocurre todo lo contrario con los restos orgánicos que genera la agricultura, por ejemplo.
- Para la convivencia de los diferentes usos urbanos (residenciales en las ciudades, turísticos en algunos enclaves litorales, industriales), ya que no hay solución de continuidad entre ciudades e invernaderos como consecuencia de una ocupación intensiva del territorio.
- O para la supervivencia de los parajes litorales del alto valor naturalístico que aún perviven (Punta Entinas y Sabinar, o la Albufera de Adra) que se encuentran literalmente encorsetados por las urbanizaciones, las infraestructuras o los invernaderos.
Pero también El Poniente Almeriense tiene por delante otros retos de los que yo quisiera destacar dos de ellos:
- Afrontar con decisión su reconversión tecnológica para de una parte liderar internacionalmente el desarrollo de la agricultura ecológica, y de otra para mejorar la organización interna de su suelo agrícola pseudoindustrializado, imprescindible para lograr mayor productividad y menores impactos ambientales.
- Incorporar las cuestiones paisajísticas a todas las cuestiones por decidir en el futuro, para ir transformando progresivamente un territorio de apariencia caótica y fuera de control, en un espacio dinámico, que convive con su referentes territoriales (la montaña y el mar), que dialoga con respeto con sus joyas naturalísticas, y en el que sus habitantes –como también los visitantes- alcancen las mayores cotas de calidad de vida.