Un parque subterráneo para Nueva York
El proyecto Lowline de Nueva York tiene todos los ingredientes para convertirse en un ejemplo de éxito empresarial verde del siglo XXI. Su equipo fundador combina la preocupación medioambiental con un enorme interés por la aplicación de nuevas tecnologías y una media de edad que no supera los 35 años.
Además, tiene tintes de responder a ese nuevo modelo de economía circular del que tanto se habla, ya que sobrevive gracias a los fondos recaudados en la modalidad de crowdfunding o financiación masiva.El equipo, encabezado por James Ramsey y Dan Barasch, detectaron un problema; la falta de espacio, sobre todo verde, en la ciudad de Nueva York... se calcula que para 2030 la población de Manhattan aumentará en unos 300.000 habitantes.
Como en algunas de las más clásicas historias de grandes descubrimientos, la solución al problema les llegó por casualidad. Uno de los fundadores descubrió que bajo el subsuelo del bario en el que vivía, Lower East Side, uno de los más antiguos de la ciudad, existía una vieja estación de tranvía abandonada.
El viejo espacio, de 6.000 m2, pertenecía a una antigua terminal inaugurada en 1908 y en desuso desde finales de los años 40. Viendo el éxito que estaba teniendo el parque High Line (un área verde que aprovecha unos antiguos raíles y que abrió al público en 2009) en otra de las zonas de la ciudad, decidieron invertir parte de su tiempo en idear una solución tecnológica que permitiera llevar la luz del sol hasta el interior de la tierra para convertir la estación en una nueva zona pública.
El equipo de diseño presentó un primer prototipo a escala de su tecnología en 2012. Su invento se basa en una especie de claraboya solar. “La luz del sol pasa a través de un protector de vidrio, situado por encima de un colector parabólico. Este refleja la luz y hace que se concentre en un uno focal para redirigirlo hacia el subsuelo. Este sistema permitiría el paso de la luz necesaria para garantizar la correcta fotosíntesis de las plantas y, por otra parte, haría innecesaria la luz eléctrica en los periodos de mucho sol”, explican desde la compañía. El éxito de su primer prototipo fue tal que consiguieron de 3.300 personas unos 120.000 euros. Ahora esperan el permiso del ayuntamiento para poder abrir al público en 2018. De momento, lo que está claro es que en 2015 inaugurarán un laboratorio de trabajo para seguir experimentando y enseñando su invento.